Francisco de Goya, uno de los más grandes maestros de la pintura española, comenzó su carrera artística a los 20 años con un espíritu determinado y grandes sueños. Nacido en Fuendetodos, Zaragoza, en 1746, Goya ya mostraba desde temprana edad una inclinación hacia el arte. Sin embargo, fue en su juventud cuando emprendió el viaje que definiría su carrera y lo llevaría a la cúspide de la pintura mundial.

Su educación artística

Cuando Goya tenía 14 años, su familia se mudó a Zaragoza, y fue ahí donde dio sus primeros pasos formales en el mundo del arte. Fue José Luzán, un pintor local, quien lo introdujo en la técnica del dibujo. Durante cuatro años, Goya se dedicó a copiar grabados de grandes maestros como Rembrandt y Velázquez, una práctica común en la formación artística de la época. Sin embargo, Goya tenía la ambición de expandir sus horizontes más allá de Zaragoza.

A los 20 años, Goya decidió viajar a Madrid para continuar su formación. En la capital, buscó la tutela del destacado pintor Anton Raphael Mengs, quien era uno de los favoritos de la corte real y un exponente del academicismo. Aunque Goya nunca se sintió completamente cómodo con el rígido estilo neoclásico que Mengs promovía, la influencia de su formación en Madrid fue crucial para su evolución artística.

El viaje a Italia

A finales de la década de 1760, cuando Goya estaba en la veintena, decidió dar un paso audaz: viajar a Italia. Este viaje fue una etapa esencial para cualquier artista ambicioso en aquella época, ya que Italia era el corazón del arte clásico y renacentista. Aunque no existen registros detallados de su estancia, se sabe que participó en concursos artísticos en Roma y otros lugares, buscando establecerse como pintor en el extranjero. En 1771, ganó el segundo lugar en un concurso de pintura en Parma, lo que fue un gran logro para el joven pintor.

Este periodo en Italia fue clave para su formación, ya que le permitió estudiar a fondo a los grandes maestros del Renacimiento y del Barroco, además de entrar en contacto con las tendencias artísticas del momento. Esta experiencia enriqueció su estilo y le dio una nueva perspectiva para su futuro como pintor.

El retorno a Zaragoza y los primeros encargos

Tras su regreso de Italia, Goya volvió a Zaragoza en 1771, donde recibió su primer encargo importante: decorar la bóveda del coreto de la Basílica del Pilar. Este proyecto fue un momento crucial en su carrera, ya que le permitió mostrar su habilidad en un contexto público. La obra, de estilo rococó, fue un éxito y le valió otros encargos en Zaragoza.

Durante estos primeros años de su carrera, Goya también se consolidó como retratista. Aunque su estilo inicial reflejaba las influencias de Mengs y de los grandes maestros italianos, con el tiempo desarrollaría un lenguaje visual propio, más expresivo y dinámico.

Goya como símbolo de juventud y descubrimiento

Es fundamental recordar a Goya en esta etapa de su juventud y experimentación, ya que nos muestra una imagen distinta del maestro maduro y consagrado que conocemos. Este Goya joven es un ejemplo claro de perseverancia y búsqueda constante de su estilo personal, algo con lo que muchos jóvenes artistas pueden empatizar. Goya, a sus 20 años, estaba aún en pleno descubrimiento de su talento y enfrentando retos similares a los que muchos jóvenes artistas actuales enfrentan: la necesidad de viajar, aprender de otros maestros, y encontrar su lugar en un mundo artístico competitivo.

El Young Goya no solo es una figura de talento, sino un modelo de crecimiento personal, de prueba y error, y de búsqueda de identidad artística. Entender esta fase de su vida ayuda a conectar con el lado humano del artista, una faceta que lo convierte en un referente inspirador para jóvenes creativos que luchan por encontrar su propio camino en el arte.